EL BRUJO DEL PERIODISMO
Serie: Cuentos Cortos.
Por: VICTOR HUGO CARDENAS TORRES
Una de las más gratas
experiencias que nos permite la actividad periodística, es la de relacionarnos con personajes de todo género, de todos los niveles: social, cultural, político
y económico.
Un buen día recibí la inesperada visita de un colega periodista con
quien había perdido contacto por más de veinte años. Un día cualquiera
despareció misteriosamente del ámbito de la comunicación social nacional, en que habíamos compartido memorables jornadas periodísticas, en medio de la
violencia demencial de la subversión con las fuerzas armadas de nuestro país.
Parado en el umbral de mi puerta estaba un sujeto de larga cabellera
blanca que le llegaba a la cintura, con las barbas crecidas que le cubrían su
rostro cobrizo. Obviamente, irreconocible. Entre extrañado y a la defensiva le
pregunté ¿A quién busca señor, que desea?, el misterioso personaje me llama por
mi nombre y me responde con otra pregunta: Mi buen amigo José Miguel, ¿en
verdad no me reconoces?, yo soy Juan Carlos Escribano, en retorno al mundo
real, en mi primera visita a los amigos de siempre.
Vinieron emotivos abrazos por tan feliz
reencuentro, recordando los viejos tiempos. Esto hay que celebrarlo le dije,
pero cuéntame ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Dónde has estado en estos años de tu
desaparición del círculo periodístico?. Me refirió que un día cualquiera fue a
cubrir una misión de prensa al departamento de Huancavelica, para que realice un
informe de los verdaderos niveles de miseria que llevó a dicha región a ocupar
el primer lugar-a nivel nacional-en materia de extrema pobreza.
Relató Juan Carlos Escribano, que al llegar a Huancavelica lo invadió un extraño e incontrolable espíritu aventurero que lo
llevó a internarse en los lugares más recónditos de los andes huancavelicanos,
transportándose en destartalados vehículos, a lomo de bestias y días de camino
a pie, en busca de las poblaciones más alejadas, de las comunidades que aún superviven en
condición de no contactados con la civilización. PERIODISTA A BRUJO
En este duro peregrinaje llegó a
una vivienda rústica enclavada entre impresionantes y atemorizadoras montañas,
habitada por un extraño personaje que vivía como un auténtico ermitaño, quién
se identificó con el nombre de Amadeus a secas, quién lo invitó muy amablemente
a que se aloje en su precario jacal:
“Voy a preparar el desayuno, póngase cómodo que ya regreso” le dijo el enigmático
anfitrión. Juan Carlos Escribano aprovechó ese espacio de tiempo para dar una
vuelta por todo el predio, encontrándose con un cuartucho en cuyo interior
había una fila de calaveras humanas que eran veladas por enormes cirios. En
otro cuartucho, la sorpresa fue mayor porque se encontró con un verdadero criadero
de serpientes, mientras que en otro ambiente, de donde emanaban fuertes y
fétidos olores, había pócimas de yerbas silvestres.
A Escribano no le quedó la menor duda que era inquilino de un brujo de
insospechable poder en las ciencias ocultas. De pronto escucha el sonoro
llamado de Amadeus, cuya voz parecía retumbar
entre las montañas: ¡Ya, vamos a
desayunar! Escribano acudió prestamente, encontrándose con una mesa bien
servida con papas y frituras. “en su honor, hoy le he preparado unos exquisitos
pejerreyes” anotó el dueño de casa. ¿Pejerreyes en este lugar tan alejado del mar? inquirió el periodista, encontrando como respuesta el silencio del hechicero. Después descubriría que dichos "pejerreyes" eran en realidad serpientes fritas.
Luego de la degustación de dichos "manjares",
Amadeus miró fijo, profundo y sostenidamente al sorprendido periodista,
refiriendo: “Cómo ya te has dado cuenta, sí soy
un brujo, descendiente de incontables generaciones de familiares
dedicados a esta actividad. Yo esperaba que alguien iba a llegar
predestinadamente para que siga mis pasos, toda vez que yo no tengo
descendientes. Tú eres el elegido para que sigas con mi tradición, que es
reconocida y respetada en la región” sentenció rigurosamente el curtido chamán
de las entrañas de los andes.
Escribano sintió una fuerza interior que lo
obligó a aceptar su nuevo destino. A partir de entonces, se dedicó, con marcado
esmero, a aprender todos los entuertos de la magia blanca y negra, el don de la
adivinación y de todos los conocimientos de la hechicería acumulados por su
singular maestro.
“Tanto ha sido la dedicación a esos
menesteres que, me olvidé del mundo civilizado, me olvidé del paso del tiempo,
hasta que el maestro Amadeus me encomendó realizar una misión en la ciudad
costeña de Pisco. Es frente al Mar de Grau, entre las brisas marinas, donde
volví a despertar a la realidad actual y descubir que han pasado 20 años desde que me interné en el recinto de Amadeus. Aquí me tienes mi querido José
Miguel, de vuelta al redil" acotó Escribano.
REVELACIONES ENTRE BRINDIS
Después de semejantes revelaciones, conduje al colega
periodista-brujo, al hogar de mi amigo Godofredo Castiglioni, quien tiene en su casa un bar
bien surtido con los mejores licores del prodigioso Valle de Cañete, nacionales
e importados. Luego de la presentación del caso, nuestro anfitrión llamó a su
esposa Amanda, a la que pidió con extrema delicadeza que se contacte con los
esposos Javier y Lizbeth para que participen en nuestra espontánea reunión.
Vinieron los brindis con el insuperable
Pisco Mosto Verde “Zapata” y fuentes de picantes de camarones del Río Cañete. De pronto,
promediando el mediodía, ingresó raudamente una niñita que se abraza de Lizbeth:
¡Mamá, hoy me he sacado un 20! Me tienes que dar un regalo, dijo con su tierna
voz aguda. Mi amigo Escribano mira fijamente la tierna escena, me codea
diciéndome que dicha niña no era hija de Lizbeth. Al lado del periodista-brujo
se encontraba Amanda quién había escuchado lo que consideró una temeraria
revelación: “oiga, Usted debe probar lo que está afirmando” le dijo en tono
severo. “Encantado, respondió Escribano, présteme su aro matrimonial”, la
anfitriona accedió al pedido. Tomando el anillo lo frotó repetidamente entre
sus manos mientras emitía extrañas frases, que los presentes no llegamos a
interpretar.
“Confirmado, dijo el adivino, la niña es
hija de una hermana de la señora Lizbeth, la misma que la ha adoptado porque
nuestra distinguida dama padece de esterilidad”. Ante tal evidencia, Lizbeth se
acercó a Escribano y lo felicitó por su acierto. Animado por la buena actitud
de su interlocutora, el adivino le pregunta: ¿me permite hacer otra revelación?
, encantada, asintió la madre adoptiva. “Usted es hija de un segundo compromiso
matrimonial de su padre”, Lizbeth volvió a asentir y congratularlo.
Ya en mayor confianza, Escribano se acercó al anfitrión Castiglioni, le
tomó la palma de su mano y le dijo: “Usted es el hijo menor de su recordada
madre, por tanto, fue el engreído de su familia. Más allá del gran amor que profesa a su
esposa Amanda, Usted la ve simbolizando a su añorada madre, por eso se muestra
sumiso a las tomas de decisiones que ella toma en su hogar.No estoy diciendo que sea el clásico “saco
largo” sino que en su mente prevalece el amor maternal”. También, Castiglioni se
confundió en un fuerte abrazo con el extraño visitante. felicitándolo por su acertada revelación.
PREDICCIÓN QUE SE HIZO REALIDAD
Y como si no fuera suficiente, tomó la
palma de mi mano, a pesar de mis protestas, me reveló: “cuando cumplas 45 años
de edad le salvarás la vida a uno de tus hijos”, sólo atiné a decirle que su
predicción era producto del exceso de bebidas espirituosas.
Sin embargo, pasaron los años y, una mañana
en que me encontraba atareado de trabajo en mi oficina de San Vicente de Cañete, ingresó raudamente mi
esposa Liz, con el rostro demacrado me dice casi implorante: “Tienes que ir
urgentemente al Hospital “Rezola” porque en la Sala de Emergencia no quieren
atender a nuestro hijo Michael, quién se retuerce de dolor por fuertes
cólicos”, a lo que respondí que tenía trabajos urgentes que realizar,
encargándole que ella se haga cargo de la situación. Mi atribulada esposa no se
movía de la oficina entre sollozos de desesperación. En esos momentos vino a mi
mente la predicción del adivino Escribano, salí corriendo desaforadamente hacia
el nosocomio donde aún encontré a mi hijo con el rostro pálido por el dolor.
Como un bólido subí hasta la oficina del Director del “Rezola”, quién
era un viejo amigo, al que exigí inmediata atención a mi hijo. En su condición
de médico cirujano ordenó que el paciente sea conducido inmediatamente a sala quirúrgica donde
le practicó una operación de emergencia. Al culminar salió exhausto del
quirófano y me dice:” hermano, lo hemos salvado milagrosamente de una
peritonitis, si no subes a mi despacho a exigir que lo atiendan urgentemente,
tu hijo hubiese fallecido”.
Hasta hoy vivo con la disyuntiva, si este último hecho ¿fue realmente
producto de la predicción de mi amigo brujo-periodista Juan Carlos Escribano,
durante su inesperada visita a Cañete? Creyente o no creyente en estos misteriosos casos, este es un
testimonio de la vida real.
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